Capítulo 3
Oscuridad. Era lo único que podía ver Leinad en ese momento. Aún confuso y cansado por los recientes acontecimientos, le costaba pensar y le dolía todo el cuerpo. Cuando quiso moverse, se dio cuenta de que no podía. Preocupado, intentó girar la cabeza y al hacerlo, vio una pequeña rendija entre la oscuridad por la que un haz de luz pasaba. Cegado por unos instantes, consiguió adaptar la vista a la luz y echó un vistazo. Se encontraba cubierto de rocas, aunque no conseguía recordar cómo acabó allí.
-Hola, ¿hay alguien?-.Gritó. No obtuvo respuesta. Abatido, intentó quitarse de encima las piedras, pero la única parte de su cuerpo que podía mover era la cabeza.
Entonces recordó una lección que le enseñaron de pequeño. Una técnica solamente conocida por los asesinos, con la cual podían moverse entre las sombras, y atacar a sus víctimas sin ser vistos, o, en este caso, transportarse a otro lugar usando la oscuridad. Nunca se le dio bien, pero no había tiempo para nimiedades, si no salía de allí acabaría aplastado bajo el peso de los enormes pedruscos, así que se concentró. Todo empezó a girar y un humo negro le envolvió. Entonces ejecutó la técnica del corazón de la Sombra, y de repente se encontró tumbado en el pétreo suelo a plena luz del día. Tras comprobar que no se había roto nada, se levantó y miró alrededor. Entonces el terror se impuso en su cara, y recordó…
-¡Rápido, rápido! ¡Mantened vuestras posiciones!-. Era inútil, las tropas de Apestados masacraban a los Luxon, que, aunque pillados por sorpresa, fueron a refugiarse al interior del Fuerte de Aspenwood mientras los Kurzick les cubrían la retirada.
Arquitecto Gunther |
Para cuando se reincorporó y corrió a ver qué había ocurrido, era demasiado tarde, Los apestados entraban a cientos por el agujero creado por la enorme explosión, y el arquitecto Gunther y sus dos guardias, entre ellos el guardia Radik, yacían muertos en el suelo. Aterrado, vio a los cientos de apestados correr hacia él, y, esquivando conjuros y flechas, trató como pudo de salvar su vida, mientras salían más y más infectados del agujero, sin embargo, un hechizo desviado chocó contra una pared de roca del fuerte, y la desmenuzó, convirtiéndola en mil fragmentos que cayeron y atraparon a Leinad en su huida, sepultándolo en roca. Entonces cayó inconsciente.
Tras recordar todo esto, Leinad se encontraba de rodillas y con las manos en la cabeza, agarrando fuertemente su rubio pelo y en la cara, una mueca de angustia, mientras observaba el panorama desolador que tenía frente a él. El Fuerte había caído. Donde antes se encontraba una enorme construcción, ahora había una gran llanura de piedra sembrada de cadáveres y rocas gigantes, y era sólo el inicio, si no se hacía algo
pronto, toda Cantha caería ante ellos.
Historia entera
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